Si en nuestro última entrada os hablábamos de las ermitas de Torla, hemos decidido continuar con nuestra serie para introduciros nuestro enorme patrimonio cultural que, por lo apabullante de la naturaleza del valle, suele pasar más desapercibido.

En esta ocasión, hablaremos de las ermitas de Broto, considerada la capital histórica del valle que lleva su nombre. Pueblo con raíz y caché, suele asociársele con su cercana cascada y su espectacular iglesia fortaleza de San Pedro, levantada en el siglo XVI en estilo gótico aragonés.

Pero lo que nos interesa son sus pequeños eremitorios.

El más cercano, el de San Clemente, fue levantado a comienzos del siglo XIV.

Todo parece indicar que fue costeado por los ganaderos del Valle de Broto pues su datación más o menos coincide con el nacimiento de la poderosa Casa ganadera, la cual, necesitada de un lugar para reunirse y guardar sus archivos, la empleó hasta mediados del siglo XVI.

San Clemente no es exactamente una ermita. En realidad era el templo que satisfacía las necesidades religiosas de este barrio de Broto, tímido y recogido hasta la debacle urbanística de los años ochenta.

Cogiendo el camino a la Urbanización Nuevo Broto que atraviesa las piscinas municipales, hallamos San Blas.

Quitémonos el sombrero pues este templete es el decano de los de la villa, levantado en estilo románico rural en torno al siglo XIII. De esa época conserva restos de su crismón original y una lipsanoteca encontrada durante las recientes obras de restauración.

Al igual que San Clemente, esta de Blas hacia las veces de iglesia de un pequeño asentamiento, tal vez previo al propio Broto, o Broto original, desaparecido hace mucho pero que se percibe, a simple vista, bajo el descampado que rodea el edificio.

El que si es ermita propiamente dicho, es Virgen de Morillo. Este templo se gana a base de un empentón de hora y media, duro como pocos, que parte desde un costado de la iglesia. Una vez llegados y sudados, disfrutamos de unas esplendidas vistas. Su historia es de las más peculiares del valle. Pedro de Santamaría, dean de Arequipa en el Peru del virreinato, sentía tal morriña hacia la tierra de donde partió para no volver en 1753, que, con las piedras de una antigua fortaleza del siglo XIII, ordenó levantar este hermoso templo en un lugar que conocía bien de sus correrías de crío. Una inscripción recuerda a este religioso que jamás llegó a olvidar al Broto que lo vio nacer, el día de 1792 que murió al otro lado del Atlántico.

Duración:3- 4 horas

Dificultad: media si se añade Virgen de Morillo