San Pedro de Broto

He de confesarme un enamorado de esta iglesia.

Por su espectacular porte y por aunar todo un compendio de virtudes poco frecuentes en el Sobrarbe.

Levantada por Antón del Mas y Ioan de Ixolca en 1578, con total seguridad sobre el templo precedente románico del cual no ha quedado ni una mota de polvo, San Pedro presenta dos llamativas cualidades;

La primera es su condición de fortaleza.

La obra, que a buen seguro duraría un par de décadas, vino a culminar la gran reforma urbana desarrollada en Broto entre 1535 y ese mismo año.

De esa época datan el puente gótico, acabado en 1542, la Casa del Valle, la Torre defensiva- Cárcel, ambas finiquitadas ya en torno a 1540, un posible hospital mal documentado y, por supuesto, San Pedro.

Terminadas todas las obras, Broto quedó mucho mejor comunicado y a la par defendido, algo importante teniendo en cuenta que durante ese periodo, el valle había mantenido guerras contra Navarra, Bal de Baregés e incluso Broto había sufrido el asedio de los torlenses en 1572, con los andamios de San Pedro puestos.

Antón e Ioán, sin duda testigos de estos conflictos, no dudaron entonces en dotar a su obra de un doble uso como castillo y templo, clarísimamente perceptible en el grosor de sus muros, la calidad de las piedras en sus esquinas y la conservación de aspilleras.

La otra virtud es que San Pedro es la única obra en estilo gótico aragonés existente en todo el valle de Broto.

El gótico aragonés, desplegado durante el siglo XVI, se caracterizaba por interiores esbeltos y exteriores sobrios tal y como ofrece San Pedro.

La portada es otra rareza prueba de que en aquella época, en Broto dispusieron de dineros para pagarse semejante lujo. Cinco arcos de medio punto y uno superior apuntado decorados con cabezas de angelotes alados (mezcla entre la tradición cristiana y la pagana de las cabezas vigilantes) acompañados en los laterales por un San Juan y otra figura que sostiene algo en la mano y que desconocemos que puede ser.

A finales del siglo XIX se le añadiría la abadía, aun en uso y los edificios que jalonan la iglesia por el este.

Una vez en el interior llama la atención la altura, desplegada en una única bóveda coronada en sucesivas bóvedas de crucería estrellada, única de estas características en todo el valle. Un trabajo de arquitectura fina superior artísticamente a la mayor parte de las demás iglesias del valle, mucho más populares y que prueba como el concejo del entonces, echó el resto para levantar y presumir de templo.

La nave se desarrolla en tres pasillos con capillas laterales, propiedad de las familias más asentadas. Tanto la distribución de las mismas como los grandes ornamentos religiosos que afamaron San Pedro (cruces de orfebrería, retablos barrocos y renacentistas, óleos, casullas, mobiliario) se perdieron en agosto de 1936, quemados por los milicianos al comienzo de la Guerra Civil.